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Paisajes interiores. Tierras de Castilla, de Almería, Menorca, escandinavos, fiordos, Finnmark. El sur con el norte, el norte con el sur. Paisajes entretejidos de experiencias cruzadas atesoradas en su memoria son los que refleja en su obra la pintora expresionista abstracta noruega Anna-Eva Bergman (1909-1987). Una muestra que puede visitarse en el Palacio de Velázquez del Parque de El Retiro.
Con un lenguaje no figurativo que toma el paisaje como foco principal, De norte a sur, ritmos está compuesta por más de 70 obras que realizó entre 1962 y 1971 que abordan un diálogo entre el norte y el sur de Europa, inspirada en las tierras que recorrió en sus viajes.
Su trabajo podría guardar cierta relación con el de los autores de la abstracción norteamericana, como Mark Rothko, Adolph Gotlieb o Ad Reinhardt. Al igual que estos artistas en su manejo de un lenguaje basado en el color y las formas, la pintora noruega consigue adentrar al espectador en la experiencia del infinito que despierta la naturaleza, en un intento de atrapar lo inmaterial en la materialidad de la obra. Parece que al estar ante ella, en vez de abrirse una puerta al exterior, la experiencia se produce en el interior del que observa, en esa vibración formal de ritmos compuestos por líneas y cromatismos.
Atesorando paisajes en la memoria

Los paisajes son representados a partir de la distancia entre la pintura y lo percibido, transformado con el paso del tiempo. El recuerdo de las rocas, el desierto, los acantilados, las montañas, los fiordos, los astros. Lenguaje construido con capas que se entremezclan y modifican la percepción del color en función de la luz, conectando el cielo, el horizonte, la tierra y su vibración. La impresión de la naturaleza, rotunda, en un diálogo limpio de geometrías. Vocabulario personal de formas que se ciñen a un sentir de ritmo de piedras redondas y luz, encuentros con la línea del horizonte.
¿Será cada dibujo, cada pintura, una trampa para recordar lo ya recorrido y que no se escape? Y es que Anna-Eva Bergman plasma los registros de su memoria y consigue que frente a su obra reconozcamos como propios sus lugares, haciendo nuestros sus paisajes. Por eso, me imaginé rodeada de grandes piedras de diferentes formas geométricas. Rocas que recuerdo recorrer saltando y escalando de una a otra en mi niñez. Casi siento vértigo, atraída por la fuerza entre la materia y el vacío, abandonándome en mi peso para sentirme envuelta por la inmensidad de la naturaleza que me rodea.
Recorro, con la luz en el horizonte, el cielo que se encuentra con la tierra y el mar, paisajes del Mediterráneo, paisajes de la tierra de mi madre, Suecia, recuerdos que conservo como un tesoro preciado. Parece que la artista hubiera conseguido trasladar a una cantidad finita de materia (un cuadro) la belleza infinita de la realidad del Universo.

Fotografía: Óscar Rivilla
Música: Electrophorus
Edición: Alexis Fernández en Cursiva Comunicación
Dirección de arte: Óscar Rivilla and Carolina Verd
Moda: Ernesto Naranjo