Rembrandt y el retrato en Ámsterdam

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En sus retratos, la figura se funde con el fondo oscuro, del que sobresalen rostros y manos. Es un agudo observador que penetra profundamente en la condición humana, abriendo con cada cuadro una ventana al interior del retratado a través de su mirada. Así se puede ver al autor en la exposición Rembrandt y el retrato en Ámsterdam (1590-1670) en el Museo Thyssen-Bornemisza. Una exposición que nos muestra aquello que precede y sucede alrededor de la figura de este maestro de la pintura.

Rembrandt (1606-1669) llega a Ámsterdam desde Leiden en 1631. Para un artista del siglo XVII Ámsterdam era la ciudad para triunfar.  Allí es testigo del surgimiento de una nueva clase social de burgueses durante el florecimiento comercial, científico y cultural en el siglo de oro neerlandés. Mercaderes, gobernantes, artesanos, médicos, jueces y abogados; tanto hombres como mujeres, todos quieren retratarse para lucir estatus social y ser recordados como orgullo personal. «Uno de los grandes atractivos de esta muestra es que en estas obras no hay reyes, ni máximos cargos de la Iglesia, sino ciudadanos normales de la clase media» resalta Norbert E. Middelkoop, comisario de la exposición.

¿En qué soñaban los retratados?

Quizá las circunstancias de la guerra con España al terminar esta dieron pie a soñar con una vida liberada, menos retraída y privada de alternativas, dando paso a mayores ambiciones. El descubrimiento y exploración de nuevos continentes abrió la expectativa de prodigiosos horizontes y lugares ignotos susceptibles para el intercambio y la explotación a partir de rutas de navegación que irían consolidándose. Nuevos y exóticos productos llegaban a un mercado floreciente procedentes de un océano que, partiendo de puertos como Ámsterdam, prometía quiméricas conquistas, emprendimientos comerciales, flora, fauna, brillantes materias desconocidas y nuevas aventuras.

En las poses, ambientaciones, ropajes, joyas, rostros, gestos y miradas que esta exposición recoge, queda reflejado el sentir de una época cuyos protagonistas son pudientes adinerados, privilegiados bien situados en los órganos de influencia y gobierno de un nuevo país que surge con esplendor.  

Una historia detrás de cada retrato

Rembrandt se empeña desde joven en adquirir maestría con minuciosidad y esmero en la atenta observación del carácter, evitando caer en el empastado acartonado del retrato propio de la época. Y así se afianza en el dominio de representar al ser humano en una extensa gama de estados emocionales, alcances míticos, idealizaciones bíblicas, rememoraciones históricas y diversidad de situaciones dramáticas. 

Extraordinario dibujante, huye del recurso a la teatralidad impostada de algunos de sus contemporáneos, y prefiere trabajar sobre lo que apunta con el lápiz y después se concentra en pintar; y lo hace directamente y con toda naturalidad. 

Asume que el espejo es una herramienta pictórica de primer orden gracias al cual anticipar el cuadro -se reflejó en 40 autorretratos pintados y en 30 dibujos o grabados-; y la utiliza para contemplarlo y contemplarse a sí mismo, aprendiendo del poder atencional e introspectivo de sostener la mirada. Así desarrolla la capacidad de acceder al interior del personaje partiendo de los rasgos externos y logra pintar en cuerpo y alma al individuo.

Rembrandt y su entorno

Según sus biógrafos y críticos, no era un genio aislado, ni estaba sólo -y en eso creo que están absolutamente acertados-. Por entonces la competencia fue enriquecedora en el mercado del retrato, con magníficos autores como Franz Hals, Cornelis Ketel o Thomas de Keyser. Predecesores como Werner Van du Valckert (1580-1627) inspiran al maestro para pintar a sus clientes en originales y espontáneas actitudes dinámicas, en interacción directa con el espectador.

Rembrandt opera en un mercado que está sujeto a las leyes de la oferta y la demanda, aunque nunca deja que el vínculo con sus clientes y colegas pintores interfiera en su propio arte, sabedor de que no es un cualquiera convencional. Deja patente su genialidad de creador personalísimo cuando, no obstante, es tendencia el estilo colorista en el retrato. Rembrandt va reduciendo la paleta de color.  

Sus obras nos muestran a un artista que nunca cesó de buscar nuevas formas de componer, estudiar la luz, representar las emociones humanas. Un artista capaz de reinterpretar y de dotar de naturalidad y elementos de la vida cotidiana a sus pinturas.

Exposición: Rembrandt y el retrato en Ámsterdam, 1590-1670

Comisario: Norbert E. Middelkoop

Fotografía: Oscar Rivilla

Música: Dr Symptosizer

Edición: Alexis Fernández en Cursiva Comunicación

Estilismo: Carolina Omaña

Moda:

Foto principal y foto 3: vestido negro de Vedelia Donoso cortesía de Koa Press

Foto 2: camisa de Anna Sui

Foto 4 y 5: camisa de Nabel Martins cortesía de Koa Press

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