Esta semana estuve visitando la galería Blanca Soto, donde el arte ha tomado parte del Barrio de las Letras de Madrid. Allí el artista Juan Manuel Ciria rompe las paredes de la galería y expone en las calles sus obras llenas de manchas de color. Esta explosión de color la ha bautizado “Ataraxia”. El artista nos cuenta lo que trata de expresar con su obra: “Ataraxia es la ausencia de turbación. Un estado de serenidad y tranquilidad. Un orden de equilibrio sin perturbación, en correspondencia con la razón, los sentimientos y el alma. Es alcanzar la libertad y la tranquilidad alejándonos de las banalidades materiales, la fortuna externa, dedicándonos a una vida guiada por los principios de la razón y la virtud”.
La expresión pura del color
A través de las manchas de color, Ciria nos expresa sus sentimientos: al exponer sus obras en ambiente exterior, éstas cambian de vibración por efecto de la luz y surge la magia, el color nos posee. El color, sin embargo, no es algo tangible, sino más bien una sensación que produce un sonido interior, el cual depende del modo de percepción lumínica que tenemos cada uno. Kandinsky lo explica así: “El color es la tecla. El ojo el martillo. El alma un piano con innumerables cuerdas”. Los artistas, especialmente a partir del siglo XX, y sobre todo en la Bauhaus, han investigado sobre la conexión entre el color y el sonido, esta sensación se define como sinestesia. La Rae define sinestesia como: “imagen o sensación subjetiva, propia de un sentido, determinada por otra sensación que afecta a un sentido diferente”. Esto ocurre al ver un color y sentir y llegar a escuchar su vibración.
El arte no se ve con los ojos, se ve con la mente
Miro el cielo a través de la tela pintada con manchas por Ciria. Con la vibración de la luz, los colores empiezan a emitir una música, una música visual. La tela cobra vida con el movimiento de las nubes. El artista me hace copartícipe de la aventura de la creación de su obra. De la lectura de su tela cargada de poesía, de sus manchas y sus colores nace una vibración armónica de la que hace fluir una música. Y esa música es algo que solo suena en mi interior. La percepción de una obra de arte, la vivencia sensorial, depende de la sensibilidad, de la cultura, de las inquietudes espirituales e intelectuales del espectador de la obra de arte; por lo tanto, siempre despierta algo diferente en cada uno. Y es que como dijo Duchamp: “contra toda opinión, no son los pintores sino los espectadores quienes hacen los cuadros”.
La melodía del color
Después de visitar la obra de Ciria hablaremos sobre las sensaciones que nos despierta ver el cielo azul y las nubes que van moviéndose a través de las manchas de color de sus telas. Ya en nuestra mesa de experimentación tendremos acrílicos, papel, pinceles de diferentes tamaños y un reproductor de música. Escucharemos diferentes melodías, con diferentes ritmos y estilos, y las traduciremos en color. Mancharemos el papel eligiendo los colores que nos transmiten lo que estamos escuchando. Pintaremos música y cada uno creará su propia teoría del color. Después haremos una pequeña exposición de nuestras obras y hablaremos sobre qué sensación nos transmite cada color y lo que nos ha despertado escuchar los diferentes tipos de música. Os invito a que os dejéis inspirar por nuestra experimentación y probéis en casa, ¿os animáis a desarrollar vuestra propia teoría del color?
Fotografía: Oscar Rivilla
Diseño conceptual: Carolina Verd
Moda: Vestido de rayas de Zara
Botines fucsia de Zara
Bolso y maleta de Louise Vuitton