Naum Gabo: el arte que reside donde la vida sucede

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 “En las plazas y en las calles exponemos nuestras obras… El arte debería asistirnos allí donde la vida transcurre y actúa: en el taller, en la mesa, en el trabajo, en el descanso, en el juego, en los días laborales y en las vacaciones, en casa y en la calle, de modo que la llama de la vida no se extinga en la humanidad”, Naum Gabo (1890-1977).

Para Gabo, constructivista ruso y artista cinético, arquitecto de formación pero más cercano al diseño y la escultura, el arte ha de tener un valor funcional, incidente, vitalista y constituyente en la sociedad. Desde enero hasta septiembre, Londres ha disfrutado de una de las más interesantes exposiciones de este año. 

En su obra, estudia su percepción del espacio, el tiempo y el movimiento y se entrega a un despliegue de formas geométricas desdobladas espacialmente en superficies curvas que se van retorciendo sobre sí mismas, regladas con trazados lineales. Como escultor experimenta con nuevos materiales maleables y sintéticos. Se guía explorando un espacio asequible y lleno de posibilidades entre sus manos. Y en él va desarrollando, practicando y materializando estructuras a partir de la pura experimentación intuitiva, aunque derivados de referentes teóricos de una analítica geométrica del espacio. 

Arte poesía del concepto “espacio-tiempo”

Aunque la visión intelectual del artista se inspira en la física moderna, la construcción creativa que Gabo presenta al mundo no es científica, sino poética. Es la poesía del tiempo, la poesía del espacio, de la unidad física, de la armonía cósmica. El arte acepta esta multiplicidad universal que la ciencia investiga y revela, y la reduce a la concreción de un símbolo plástico. 

Gabo afirmaba que la experiencia espiritual era la raíz de la producción artística. Lo expresa a través del equilibrio dinámico generado entre el vacío y la materia. Sus obras parecen contener las fuerzas generadoras del universo. 

De lo absoluto y lo exacto

Como todos los artistas más significativos, su trabajo y su vida fueron moldeados por la época en la que vivió (principios del s. XX), y a la que, a su vez, contribuyó de alguna manera a definir.

Situándose en la vanguardia de toda tradición artística, crea en 1920 la que es considerada la primera obra cinética. Ese mismo año, junto con su hermano, el artista Antonie Pevsner, escribe un “Manifiesto realista”. En él proclama los principios del constructivismo puro. 

Para Gabo, el arte debía de dejar de ser imitativo y tratar de descubrir nuevas formas. Así es cómo a través de sus creaciones experimentales da a luz una nueva dimensión. Un regalo para el que observa su obra. Pura alquimia visual. Un destello de las mismas fuerzas creadoras, desencadenantes y mutantes.

Fotografía: Óscar Rivilla

Música: Electrophorus

Edición: Alexis Fernández en Cursiva comunicación

Dirección de arte: Oscar Rivilla y Carolina Verd

Maquillaje y peluquería: Sara Trueba

Moda: Ágatha Ruiz de la Prada

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